Tokio Redux by David Peace

Tokio Redux by David Peace

autor:David Peace [Peace, David]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2019-12-31T16:00:00+00:00


* * *

Cuando regresó a Kita-Senju, cuando llegó a su bloque de pisos, cuando subió corriendo la escalera metálica oxidada fijada a un lado del viejo edificio de madera, recorrió el pasillo frío y húmedo, abrió la puerta con llave, se quitó la chaqueta a tirones y la lanzó a la habitación, cogió el cuenco de plástico, el paño de franela y la vieja navaja de afeitar de encima de la caja de zapatos que había en la estrecha franja que tenía por genkan, cerró la puerta con llave, recorrió otra vez el pasillo y bajó por la escalera, dobló la esquina corriendo, enfiló la calle y asomó la cabeza por las cortinas de la puerta, era casi la hora de cierre de la casa de baños. Pero la abuela del mostrador rio y le hizo señas para que pasase.

—Rápido, entra, viejo sudoroso.

Hideki Murota rio, dio las gracias a la vieja bruja, se quitó los zapatos y entró en los baños. Se desvistió, echó la ropa al cesto y a continuación llevó el cuenco, el paño y la navaja al gran baño común. Atravesó el vapor hasta un lado de la estancia, abrió un grifo y enjuagó un taburete, se sentó en el taburete y se enjabonó las manos y luego la cara y empezó a afeitarse. Se afeitó la cara y después se la enjuagó. Volvió a enjabonarse las manos, luego el cuerpo y empezó a lavarse. Se lavó y se lavó el cuerpo, se limpió y se limpió el cuerpo. El sudor, la suciedad y la mugre de la piel, el sudor, la suciedad y la mugre de la ciudad. Luego rellenó el cuenco tres o cuatro veces, se quitó el jabón y la espuma del cuerpo, y se quitó el sudor, la suciedad y la mugre. Y a continuación escurrió el paño, enjuagó el taburete y se dirigió al baño grande. Se metió en el baño, se sentó, saludó con la cabeza a los últimos hombres que se estaban bañando y se sumergió más y más en el agua, cerrando los ojos.

—Vamos, espabilando —gritó la abuela de la puerta—. Me quiero ir a casa.

—Ya voy, ya voy —dijo riendo Hideki Murota, abriendo los ojos, el último hombre que quedaba, mientras se levantaba y salía del baño.

Volvió chapoteando adonde estaban los taburetes y los grifos, abrió un grifo y llenó el cuenco, se enjuagó y se limpió con el paño. Volvió a enjuagar y escurrir el paño, recogió el cuenco y la navaja de afeitar, y acto seguido salió del baño al vestuario. Cogió una toalla del montón que había junto a la puerta. Se secó, se vistió y se peinó. Recogió el cuenco, el paño y la navaja de afeitar, y echó la toalla al cesto situado junto a la puerta. Se puso los zapatos, dio las gracias y las buenas noches a la abuela que estaba cerrando el establecimiento, y salió de la casa de baños a la calle a través de las cortinas.

Volvió andando por



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